viernes, 22 de febrero de 2008

"Y qué tanto?!"

Sería tan agradable en ocasiones poder entrar en la locura... muy a menudo lo deseo. Muy a menudo quiero estar al margen del comportamiento "correcto", "aceptable". Decir pelotudeces en medio de una conversación seria e importante. Bajarse de las conductas correctas y subirse al tren de lo inesperado, lo estúpido, lo maravillosamente incorrecto, lo que no se dice, lo que no se usa...
Sería necesario mantener lo que conocemos por "comportamiento apropiado", pues sin él, no existiría un "comportamiento inapropiado".
Mi solicitud es impracticable, lo sé, pues en esa libertad de hacer lo que no es correcto, probablemente habrían grandes catástrofes. Pero no me niegue que muchas veces anhela salir de los parámetros permitidos.
Así es que, le dejo como tarea, que cuando vea una ocasión en la que su "comportamiento incorrecto deseable" no afectará realmente a su entorno, quedando usted tan solo como un chiflado, haga la prueba y láncese al desafío. Es muy probable que se sienta aliviado y que los demás piensen que usted actuó de forma "inaceptable". Eso... en ocasiones, es bastante grato.

"!%·$&=&@(#%&·*$·#"@+*!!"

La armonía esperada no es tal. Al contrario. El aire está pesado y los comentarios ásperos vienen y van. No logra superar su orgullo y yo tampoco. Simplemente vomita su ira sobre mí, mientras yo callo para no continuar en discusión, pero pronto canalizo todo en un murmuro destructivo y cobarde. Me aislo, y no dejo que las horas o las actividades me hagan olvidar mi enojo. No lo hago por estrategia. Realmente me irrita y no logro sobreponerme. Mi actitud parece poco astuta pero no me importa. No creo que estar enrabiado sea negativo, tan solo me siento un poco vulnerable...

lunes, 11 de febrero de 2008

"Improvisando"


"A veces es mejor escucharla"

Y le dije que sí po! Harta lata me dio al darme cuenta que estaba cometiendo el mismo error de siempre, pero se me revolvía el estómago por averiguar lo que pasaría. La curiosidad mató al gato y yo no lo estaba haciendo nada de mal. La desconfianza esta vez no me abatió en lo absoluto. Quise creer todo como si fuera la primera vez, pero el entusiasmo no era el mismo ya. La jornada se tornó cada vez más amarga y decadente, pues su mirada era tan penosamente desinteresada... Me fui con un vació ardiente. Esos vacíos y dolores de guata de la horrible sensación de disconformidad por haber actuado mal. Por saber lo que iba a pasar y no querer escuchar a esa aguda vocecita que muchas veces es más sabia que los pies... Malditos pies!! que salieron corriendo cuando sintieron el leve cosquilleo que motivó sus andares.

sábado, 9 de febrero de 2008

"No sé qué escribir esta noche"

No sé qué escribir esta noche. Escribo y borro, me gusta y me carga. No sé qué decir para sacarlo. No sé qué sacar para decirlo. Me encanta empezar sin pensarlo... Me carga pensarlo y luego odiarlo. Se llena la pantalla de palabras que no dicen algo que deberían decir. Y dicen algo que no hay, que no debe existir. Entonces se elimina, y se siente pena. Había un buen momento en el escrito, una ilusión de que se convirtiera en un texto atractivo. Pero resulta que no me satisface siquiera un poquito, a pesar de esas dos líneas que pretendían abarcar demasiado. Termino escribiendo la sensación del fracaso, y creo que es bastante más satisfactoria que el escrito que quise concretar en un comienzo.

martes, 5 de febrero de 2008

"Estamos para Servirle"

La siguiente obra fue presentada en la Escuela de Economía de la Universidad Católica en la exposición "In Gud we trust" (año 2006), y la titulé "Estamos para servirle". Son 7 retratos desfigurados que corresponden a un trabajador de cada una de las empresas con atención al cliente más grandes de nuestro país: Almacenes París, Falabella, Ripley, Lider, Jumbo, Easy y Homecenter.
La obra presenta una mirada bastante crítica hacia las multi tiendas y mega mercados, que con sus gigantescos espacios pensados para las masas, los colores fríos en el diseño de sus tiendas, la gran cantidad de empleados uniformados, etc., promueven un ambiente cada vez más deshumanizado. Este último punto que hace referencia a los uniformes de los empleados, es el que he abordado como problemática en mi obra.
En una empresa en las que hay demasiados trabajadores, los uniformes sirven para que podamos reconocerlos. Pero que pasa con la persona qué está detrás de ese uniforme? Con los uniformes tendemos a anular la identidad física, las particularidades de cada rostro. Al ver sus uniformes, ya no nos atendemos con Carlos, Danilo, o Cecilia. Nos atendemos con el "gallo de Ripley" el "señor de negro", "la señorita de chaqueta Falabella", etc. Paradójicamente, los empleados traen consigo una placa que los identifica con su nombre. Como si alguna vez fuéramos a decir: "Pamela, te puedo pagar con mi tarjeta CMR?"
A diferencia de esto, en las pequeñas empresas, en donde realmente se está pensando en un servicio que apunte a las personas individuales, y no a un número más, de los tantos números en que nos trasformamos en la cuidad contemporánea, podemos realmente distinguir al sujeto que está detrás de ese servicio, como también, él, es capaz de distinguir la identidad física de ese cliente al cual atenderá, contribuyendo a una sociedad de relaciones humanas, y no sólo de números y productos.



















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domingo, 3 de febrero de 2008

"En medio del mar"

Y nadé tan obstinadamente, que el mar me arrojó a sus fronteras. Me di cuenta de que la tierra no era redonda y choqué con sus límites ásperos. Pregunté por un tal Ramón, y me trajeron a un hombre en harapos. Le invité a una cena romántica cerca de la bahía, pero este hombre ni siquiera comprendía el valor de una cita. Le conté de mis aventuras en el océano, pero este hombre ni siquiera sabía del valor de una travesía. Le miré directo a los labios, pero este hombre tampoco entendía la importancia de los gestos.

Volví al mar, dejé a Ramón y a su falta de comprensión, para permitir que las olas me hicieran chocar con el próximo límite de un nuevo continente. Pregunté por un tal Alejandro, y me trajeron a un hombre con un elegante traje. Me invitó a una cena romántica cerca de la bahía, pero este hombre ni siquiera fue capaz de mirarme a los ojos. Me contó sobre sus travesías, pero este hombre ni siquiera quiso escuchar alguno de mis halagos. Me miró directo a los pechos, porque este hombre jamás había entendido el valor de un buen gesto.

Volví al mar, y nadé tan obstinadamente que llegó un minuto en que me encontré en el medio del océano absolutamente cansada. Comencé a flotar, y el mar me llevó solo hasta la orilla. Esta vez, no pregunté por un hombre, sino por una tal Valentina. Me dijeron que esa muchacha estaba muy lejos, y tal vez perdida, pues se había marchado por una difícil búsqueda en medio del mar.

sábado, 2 de febrero de 2008

"Con una pata adentro"

Con una pata adentro del tarro, sintió el caminar lento y torpe,
se lanzó corriendo, gritando y pateando,
sintió pronto una protección de acero,
gozó de su firmeza y de su estilo quinceañero.

Con una pata adentro del tarro, notó la angustia de sentirse cojo,
padeció la inestabilidad de quien se arriesga a tropezarse un poco,
sufrió las molestias de su material frío,
se acalambró en ese espacio cerrado y sombrío.

Con una pata adentro del tarro, deseó meter la otra también,
blasfemó a quienes no sintieron lo mismo,
se encerró para aliviar su egoísmo.

Con una pata adentro del tarro, vio crecer sus bellos con fuerza,
se empapó de su propio destino,
aprendió a equilibrar sus pies en el camino,
sonrrió al notar el afloje de su tarro ya querido.